Capítulo 3
En
uno de los sueños de Alejandro, a la hora de la cita, ella no llegaba, tenía
miedo de encontrarse solo, hasta que apareció Nereida la hija del mar, le dijo
que Isabel estaba prisionera en lo más alto de una montaña y que él era el
único que podía rescatarla, le pidió que la siguiera para mostrarle el camino
que conduce a dicha montaña, él siguió sus pasos y cuando esta comenzó a
introducirse dentro del mar, tuvo mucho miedo, ella le puso su mano en sus ojos
logrando tranquilizarlo, una vez dentro del mar, se maravillaba con todo lo que
veía, no existían palabras para describirlo, sentía explotar su corazón de emoción,
se daba cuenta, que descubría un nuevo mundo más allá de sus pensamientos, más
allá de sus sentidos y decía, ¡cómo es posible vivir ciego en la tierra sin
saber que existen lugares como este!, si pudiera vivir aquí sería inmensamente
feliz, Nereida al oír esto le replicó, el que verdaderamente es feliz, lo es en
todas partes.
El
viaje al fondo del mar era una experiencia mágica que jamás olvidaría Alejandro,
siguieron por un pasillo rocoso que conectaba a un pequeño lago por donde
salieron a un campo descubierto, él no salía de su asombro y se preguntaba,
¿cómo era posible que en el fondo del mar hubiese paisajes parecidos al de la
superficie terrestre?, será que estoy soñando, Nereida captaba lo que pensaba y
le dijo, estás soñando dentro tus sueños, entonces le preguntó ¿cómo es posible
esto?, ella le respondió, el mundo al que perteneces no es todo, es solo la
parte exterior de lo real, lo esencial no lo puedes percibir con tus sentidos
físicos, necesitas despertar los del alma, si quieres tener existencia real y
pertenecer a estos mundos; en tu cuerpo físico está la materia prima que debes
esculpir en otras semejantes a ella, ya no solo serás una gota de agua, sino el
océano mismo, dicho esto en ese instante atravesaban un bosque de árboles gigantes,
de entre las ramas eran observados por unos seres diminutos de cuerpo etéreo y
luminoso, quienes extendían sus brazos al infinito, también solían sumergirse
en aguas profundas y danzar dentro del fuego, nada les hacía daño, eran amos y
señores de la naturaleza, la felicidad personificada. A cada paso que daban, él
notaba que adquiría mayor fuerza, después de caminar durante varias horas,
llegaron a orillas de un río caudaloso, para liberar a Isabel le explicaba la
hija del mar, primero tendrás que andar en contra de la corriente del río hasta
encontrar el camino que conduce a la montaña, dicho esto le entregó una espada,
le dio la espalda y se perdió en medio del bosque.
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