Capítulo 4
Alejandro
se encontraba solo, no sentía miedo, estaba dispuesto a todo para rescatar a
Isabel, sabía que ella era una parte de él y más que nunca decidido a recuperarla,
cuando dio el primer paso para introducirse dentro del río, escuchó un
estruendoso ruido, vio cómo la tierra se abría para dar paso a un enorme árbol,
cuyas ramas le golpeaban impidiendo que siguiera su camino, él desenfundó su
espada y arremetió contra su adversario cortándole rama por rama, en el
instante que el filo de su espada atravesó la savia del tronco, este cayó
desplomado al suelo, para continuar río arriba tenía que recuperar fuerzas, se
sentó y apoyó su espalda en una roca, poco a poco se fue durmiendo y en el
mundo físico su madre le despertó, a la hora y media salía con su padre y sus
dos hermanos mayores, al sembradío de papas que se hallaba a siete kilómetros
de distancia, tuvieron que utilizar dos caballos para el viaje por senderos
estrechos, en el trayecto José el hermano mayor comenzó a golpear al caballo
para que corriera más deprisa, al sentir miedo se agarró de la rama de un árbol
y quedó suspendido en el aire, en cambio, Alejandro que iba montado en el mismo
caballo cayó al suelo y empezó a rodar en dirección a un precipicio demasiado
profundo, a escasos metros del borde alcanzó a sujetarse de un arbusto, Vicente
su padre desesperado corrió a su encuentro, extendió sus manos consiguiendo
cogerlo de los brazos y transportarle hacia el camino, así pudo salvarle a
tiempo, antes de que el arbusto se desprendiera de la tierra por completo, el padre
le reprendió a José y le dijo que no cometiera otra imprudencia, Alejandro en
voz baja agradeció a Nereida por salvarle la vida prometiéndole liberar a
Isabel.
Después
de llenar dos sacos de la cosecha de papas, lo pusieron sobre el lomo de los
caballos, se dirigieron a la carretera para regresar a casa, ellos iban a pie,
a mitad del trayecto comenzó a llover, tuvieron que resguardarse en una pequeña
cueva, cogieron del suelo ramas secas y prendieron fuego, Vicente cavó un
agujero donde colocó primero el carbón que ya estaba al rojo vivo, encima un
recipiente de aluminio con veinte papas, lo tapó y lo cubrió con tierra, una
vez cocinadas se las comieron, el cielo parecía estar muy enojado, caían rayos
hasta que se hizo de noche, no tuvieron más remedio que esperar que amaneciera
para continuar el viaje. Durante la noche Alejandro fuera de su cuerpo físico
se transportó al mismo sitio que se puso a descansar, fue grande su sorpresa al
ver que el árbol que le atacó estaba nuevamente de pie, dispuesto a impedir que
llegara a la cima de la montaña, entonces desenvainó su espada y tras un intenso
combate comenzó a cortar las ramas y clavarle en el tronco atravesando la
savia, este cayó fulminado al suelo, para asegurase que no volviera a renacer
le prendió fuego, mientras se consumía por las llamas, se dio cuenta, que no
era un árbol, sino un animal en forma de árbol.
Luego
de un breve descanso, se metió al río y avanzó en contra de la corriente, tenía
que hacer el máximo esfuerzo para no ser arrastrado río abajo, cada vez que tropezaba
se aferraba a una roca cercana, después de recorrer dos kilómetros sentía que
le flaqueaban las piernas, de pronto despertó sobresaltado porque a escasos
metros de la cueva había caído un rayo, ya no pudo dormir, más bien se puso a
recordar todo lo vivido en sus sueños, al amanecer prosiguieron camino al pueblo.
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