Capítulo 9
Alithor,
estaba pendiente de Isabel, podía captar sus pensamientos y era el encargado de
instruirla en el arte de vivir y no tendría mucho trabajo porque ella era una
persona con muchas ganas de investigar todo lo relacionado con la naturaleza.
Se preguntaba por qué los habitantes de la tierra sufren, por qué son
violentos, si se puede vivir en paz y ser felices, sabía muy bien que primero debía
crecer como persona, desarrollar todas sus capacidades cognitivas y afectivas
para luego transmitirlas a sus semejantes, lo qué ignoraba era los obstáculos
que encontraría en su camino y aun peor, que el mundo entero se le vendría
encima, puesto que a nadie le gusta que le digan lo que tiene que hacer, están
conformes con su estilo de vida, tienen pereza de reflexionar para hacer
cualquier cambio en su forma de vivir. Alithor conocía muy bien que este
trabajo requiere de muchos sacrificios, voluntad férrea y sobre todo
perseverancia, entonces se propuso asistirla en cada tropiezo que tuviera, ella
para lograr este objetivo, tendría que sentir amor infinito por sus semejantes,
para que pueda levantarse y no abandonar el trabajo por una o más caídas, por
eso Alithor le decía que si la fe mueve montañas, con amor moverás el Universo.
Isabel
percibía un gran regocijo en su corazón, con esta experiencia que acababa de
vivir, veía como las vendas que cubren sus ojos caían una a una. A medida que
comprendía el motivo de su existencia y el porqué de tantas desdichas, se daba
cuenta, que todos nuestros males se deben a nuestra ignorancia y cada triunfo
era desprender un eslabón de la larga cadena que la tenía aprisionada en su
cárcel psicológica, se despertó con gran alegría, en la calle sentía ganas de hablar
con toda la gente, cuando Alejandro pasaba por su lado, se aproximó para abrazarlo,
quién correspondió pensando que era en gratitud por el trabajo que realizaba
por ella en sus sueños, en el instante que chocaron sus miradas, vio en los
ojos de él una gran bola de fuego, se estremeció y prosiguió su camino, su
alegría se había transformado en tristeza, con esta visión entendió que el planeta
Tierra agonizaba por la forma equivocada de vida que llevan sus habitantes, se
preguntaba si vale la pena sacrificarse por hacer un mundo mejor, si todo se
venía abajo, durante varias semanas se hacía la misma pregunta sin conseguir
respuesta, hasta que un día mientras compraba frutas en el mercado, observó a
unos niños cogiendo alimentos de la basura, era la primera vez que le tocaba
presenciar esta escena, se sintió conmovida ante este hecho, se aproximó a ellos,
les obsequió la fruta que había comprado y con lágrimas en los ojos regresó a
su casa.
A
la hora de la cena Isabel no tenía apetito, pensando que afuera hay niños que pasan
hambre, entonces se atrevió a decirle a su padre, que en su empresa abriera un
comedor gratuito para los niños pobres del pueblo que no tienen qué comer,
Ramón le contestó que no dispone de tiempo ni dinero para esas cosas, en ese
momento sintió una gran decepción de su parte, se lamentaba de vivir con un
papá frío, calculador, sin sentimientos, luego se dirigió a su madre y le dijo
si ella podía hacer algo, la reacción de su madre fue mirarse las uñas, tocarse
el pelo y salir del comedor; ante tal negativa le invadió una tristeza que le
partía el alma, se refugió en su habitación tratando de encontrar una respuesta,
de cómo es posible vivir con tanta indiferencia, se preguntaba ¿dónde está la
grandeza del hombre, si solo hay miseria en sus corazones?, ahora comprendía
que aunque todo se viniera abajo, más esfuerzos deberíamos realizar y comenzar
a trabajar en nuestro propio universo interior para que sirva de faro a todo
aquel que quiera tomar conciencia de su verdadera naturaleza, que no solo es un
montón de carne y hueso sino también una inteligencia suprema, donde su
verdadera riqueza es la felicidad.
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