Por Diego Vadillo López (Escritor y profesor de lengua y literatura)
Abril 19 de 2012 - Madrid, España
Orlando Arias es un pintor boliviano que
transmite la suavidad y elegancia de su dicción y ademanes a las criaturas que
pasan de su temperamento artístico al lienzo.
Pareciera como si este pintor no lograse
resarcirse de esa ralentización a que somete el altiplano, y de ello se
beneficia su estilo, habitado por criaturas real-maravillosas en una atmósfera
etérea, rica en “sfumatos”, que
transcurriera a lo largo de la carretera comarcal que va de Chagall a Diego
Rivera.
Un cosmos de pictórica sensualidad habita la obra
de Orlando, quien, no conforme con reunir ya una ingente obra, ha protagonizado
una incursión en el mundo de las letras.
Según he sabido, en realidad, él primero habitó
el terreno de la escritura creativa hasta que, en un momento dado, se vio
irremisiblemente seducido por la pintura, extremo que no ha sido óbice para que
Orlando recale nuevamente en la Literatura. Y lo hace con una novela, “Los sueños
de Alejandro e Isabel”, la cual es de rabiosa actualidad, no en vano versa
sobre los estragos de una gran crisis económica que genera, merced al
apoderamiento de los gobiernos por las grandes fortunas, una terrible brecha
social, como ocurre a día de hoy. Pero este panorama no nos es mostrado de
manera prosaica, sino a través de dos planos superpuestos, uno de los cuales
entronca con universos de sugestión.
Dos, los que figuran citados en el título, son
los que protagonizan la historia tejida por Orlando; dos protagonistas que,
ante un panorama aciago en lo económico, contribuyen a una cooperada huida
hacia delante especulando con la fantasía y propiciando una inflación de ensueños.
De fondo queda la esperanza de una sociedad más
justa y humana, a imagen de mundos más oníricos y edificantes.
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