Por BENITO DE DIEGO
GONZALEZ
Miembro de la Asociación
Española y Madrileña de Críticos de Arte
Isabel nace en un innominado
pueblo, en casa humilde, y es adoptada, en contra de la voluntad de su madre,
por la familia más rica y poderosa de la comunidad. Esta circunstancia será
conocida más adelante por Isabel, lo que constituirá un elemento importante para
el fortalecimiento de su natural
rebeldía ante la injusticia.
El niño Alejandro llega al
pueblo con su familia campesina y conoce muy tempranamente a Isabel. Desde
entonces sus vidas quedan inexorablemente unidas. El amor que nace entre ellos,
ya en la adolescencia, fructifica, tras el matrimonio, en el pequeño Alejandro,
depositario de la historia que le cuenta su abuelo, en la que Alejando e
Isabel, sus tatarabuelos, son los protagonistas.
A Isabel, poseedora de una
energía incontenible, la domina y espolea el ardor y el dolor de la injusticia.
Sentimiento en el que es acompañada por su Alejandro, que comparte con ella la
conmiseración hacia los pobres y oprimidos.
Con esta vocación
arrolladora, Isabel inevitablemente se convierte en una líder popular y termina
por crear un partido político, con el que concurre a las elecciones. En su
pueblo, inicia toda una serie de reformas sociales y económicas que,
inevitablemente despiertan el odio de los poderosos, por lo que finalmente,
amenazada de muerte, se ve obligada a abandonar. No se rinde, no renuncia
Isabel a su sueño quimérico de su personal utopía, simplemente aplaza su
consecución cuando dice: “nuestra labor de hoy será centrarnos más en la
educación de los niños, ellos están llamados a cambiar el mundo”.
Alejandro, en sus oníricas
ensoñaciones, ha de ser, cual caballero artúrico, el rescatador y salvador de
su señora Isabel y la lleva, al final de la narración y de sus sueños, guiado
por la Nereida, a alcanzarle el triunfo, cuando: “el padre de Nereida colocaba
la corona en la cabeza de Isabel, los asistentes se pusieron de pie y aplaudían
a Isabel, como Reina del Mar”.
Estamos ante una fabulosa
narración, de palabra y sintaxis sencillas, directas, que, como dice el autor,
“hay que leerla con mente abierta, receptiva, sin prejuicios de ninguna clase y
hacer volar a nuestra imaginación, para capturar la magia y los misterios que
encierra el Universo”.
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